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La Muerte del Fútbol
Capítulo 1

por Jorge Paul

Todavía me acuerdo de esos domingos. El almuerzo tenía que ser
rápido, no sea cosa de que llegásemos tarde. Preparar la radio, los
caramelos y las ganas de sufrir.
Era todo un ritual. Me ponía nervioso, pero feliz al fin.
Y salíamos para la cancha con mi viejo. Creo que disfrutaba más de
todo los preparativos, las charlas en el viaje, la emoción de estar
juntos, que del partido en sí mismo.
Se nos iba toda la tarde. A la vuelta, bien cansados y generalmente
tristes porque nuestro equipo casi siempre perdía, teníamos que
aguantar la cara de odio de la vieja por haberla dejado sola. Pero
quien nos quitaba esa maravillosa tarde...
Hoy me han robado mi pasado. Hoy no puedo hacer lo mismo con mi hijo
que me pide repetir la historia.
Me da bronca, rabia, impotencia. Todo se transformó, todo tiene su
código de barras.
Pero lo que más me lastima es la inacción de una sociedad que ve como
le van quitado lentamente algunas de sus pocas alegrías.
Porque todos sabemos como se maneja hoy el deporte. Porque nadie está
ajeno a las porquerías que hacen para tener una mínima cuota de poder.
La señora televisión digita todo. Cable, decodificador, palabras que
no eran necesarias para entender una pasión hace algunos años. A una
persona en Salta o Formosa le conviene cruzarse a ver el partido de
la selección a Bolivia o Paraguay, le sale más barato.
Por otro lado la violencia. Pagar una platea hasta $100, más cara que
la del mejor teatro de París, dejar el auto a mil cuadras, no usar
cinturón porque la policía te lo saca, no llevar radio porque es
subversivo,  no banderas, no ir al baño porque te matan y son un
asco, llevar gorra porque te orinan de arriba, ......eso es lo que
queremos ?
Tendremos que pedir permiso para gritar un gol ? Y las barras bravas,
porqué siguen existiendo ? De quien es el negocio ?  
Cuantas preguntas incontestables. Cuantos silencios que abruman.
Sin embargo tengo muchas cosas claras.
Porque no hace falta ser muy vivo para darse cuenta que muchísima
gente se beneficia con esto y me gustaría detallarlo.
a) Ganan quienes “entregaron” el deporte a la televisión hasta
el 2014 y este no es un dato exagerado, sino real.
b) Ganan los que viven de la violencia, por ejemplo la policía,
que hace horas extras  y las cobran en el momento mientras los
delincuentes desfalcan inocentes espectadores. Ellos hacen la cola
para cobrar mientras a uno le roban el stereo y la dignidad.
c) Ganan los dirigentes que amparando barras bravas consiguen
una cuota de poder que les permitirá vender y comprar jugadores,
cobrar suculentas comisiones y hasta aspirar a algún cargo político.
d) Ganan los mercaderes de jugadores que “asociados” a estos
dirigentes han implantado la esclavitud. Traducido significa que se
está con ellos o no se consigue club.
e) Ganan los periodistas  que “endiosan” jugadores para levantar
su cotización, o destrozan a algún dirigente honesto que quiere
entrometerse en los negocios de los poderosos. Ya no hay prensa
independiente, al menos en los grandes medios.
f) Gana la industria  de los elementos sofisticados para control
de estadios.
Se gastan fortunas y jamás se encuentra a nadie. Pero eso sí, cuando
se inauguran, están todos para la foto. Desde un ministro hasta al
intendente. La cosa es figurar y parecer preocupado por el tema.
   
Seguramente la lista es más extensa y siempre habrá un ejemplo más
para agregar.
Pero la pasión, increíble , inexplicable, sigue viva.
Por eso la bronca, por eso las ganas de que algo pueda revertirse. En
este siglo o en el que vendrá. Para poder mostrarle a mi hijo, o a
mis nietos, o a los nietos de mis nietos, que es posible volver la
historia atrás.
Volver a comprar esos caramelos sin gusto pero que parecían los más
ricos,  emocionarse sin miedo, gritar de alegría sin pedir licencia
para hacerlo.
No es imposible lograrlo, sólo hace falta la decisión de hacerlo.
Decisión para que la gente, usted, yo, su vecino, volvamos a ser
considerados humanos. Claro, dicho así parece fácil, pero con los
hechos a la vista , se convierte casi en una utopía.
Arrojo este guante y quisiera que alguien lo levante, tal vez sumemos
voces, tal vez podamos cambiar lo incambiable. Vale la pena el
intento. Claro que vale.

 

 

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